“Debemos escuchar al niño que fuimos un día y que existe dentro de nosotros. Ese niño entiende de instantes mágicos.”- Paulo Coelho
La mayoría de las personas, cuando somos niños, en algún momento tenemos la fantasía de convertirnos en biólogos exploradores. Y hacemos cosas como coleccionar insectos o armar nuestro propio libro de botánica. Aunque esto último no haya sido más que pegar hojas de plantas en un cuaderno y escribirles los nombres debajo.
Otros más emprendedores germinaban plantas en frascos. Y luego las cultivaban en macetas que le sobraran a mamá o las plantaban en el patio. Los más aventureros salían a explorar y estudiar, por ejemplo, el hormiguero del fondo de casa.
Algunos soñábamos con convertirnos en geólogos y teníamos una caja llena de rocas y minerales que guardábamos como si fuera un tesoro. O tal vez paleontólogos, haciendo pozos en la tierra para encontrar fósiles o cualquier otra maravilla. Siempre limpiando nuestros hallazgos con un cepillo de dientes viejo. Quizá esta última profesión no era la que más les gustaba a nuestras madres.
A mí en una época me agarró la fascinación por los hongos. Los juntaba y guardaba en frascos, los dibujaba y les agregaba una descripción abajo. Buscaba información (en aquel entonces no había Internet en la ciudad donde vivía), etc. Como si fuese mi objeto de estudio.
Siempre con esa fascinación pura e inocente que tienen los niños. Con esa admiración por la naturaleza que nos rodea y la pasión por conocer y descubrir cosas nuevas. Todos llevamos esto en nuestro interior, pero lamentablemente se va durmiendo a medida que crecemos y otras cosas ocupan su lugar.
Por suerte cada tanto se despierta y aunque sea unos momentos nos volvemos a sentir como ese niño explorador.
A nosotros nos sucedió en Tandil, Argentina, donde habíamos ido a descansar unos días. Estar relajados y alejados de las preocupaciones diarias suele ayudar a conectar con esta parte.
Ceci acababa de comprarse unos pequeños lentes que se pueden montar en la cámara del celular. Estos funcionan como una especie de lupa y permiten sacar unas macros increíbles.
Así que como dos niños nos pusimos a jugar con este nuevo juguete. Sacándole fotos a toda plantita y bichito que se nos cruzara por las sierras. Y nos reíamos de nosotros mismos diciendo que éramos unos biólogos frustrados tratando de cumplir nuestro sueño.
Pero así y todo nos maravillábamos con los detalles de las imágenes que conseguíamos. En una foto incluso descubrimos una araña diminuta que al momento de sacar la foto no habíamos visto. Era como cuando jugábamos con una lupa o un microscopio de juguete.
En esa época en la que pensábamos que de grandes podíamos ser cualquier cosa. Sin condicionamientos. Antes de que palabras como “salida laboral”, “oferta de mercado”, “sueldo” y otro montón de peros se nos cruzaran en el camino.
Siempre viene bien tener estas “regresiones” y despertar de la siesta a nuestro niño interior. Al que no le importa el valor económico de lo que estamos haciendo. Y recordar con cariño esa época de nuestra infancia.
Pablo
laura
Gracias por un viaje al pasado
elmundodeados
Qué bueno que te gustó. Nos pone muy contentos :)
Muchas gracias por leernos!