Vista de Islandia. Cosas que aprendí viviendo en el exterior.

10 cosas que aprendí viviendo 2 años en el exterior (Alemania)

publicado en: REFLEXIONES | 20

Cuando nos fuimos de Argentina para perseguir nuestro sueño de ver el mundo, pocas cosas eran seguras. Frente a nosotros se extendía un mar de incertidumbre. ¿Dónde íbamos a vivir? ¿De qué íbamos a trabajar? ¿Iba a funcionar? Pero entre todos esos interrogantes teníamos dos cosas claras. Primero, Ceci y yo estábamos juntos en esta locura. Éramos un equipo. Y segundo, sin importar el desenlace, la experiencia iba a ser increíble. Nos iba a ayudar a crecer y a aprender muchísimo.

Por suerte, las cosas se fueron encaminando y casi dos años después seguimos dando vueltas por ahí. Y les puedo asegurar que la experiencia es impagable. En este post me gustaría contarles algunas de las cosas que aprendí en este último tiempo.

Aprendí que los amigos y la familia son una necesidad básica. Tan importante como comer y beber.

Y me podrán decir: “¿tuviste que vivir 2 años en Alemania para darte cuenta?”. Y un poco sí. Es verdad que todos sabemos que los afectos son importantes, pero ¿lo sabemos o lo suponemos? Como hacemos con muchas de las cosas importantes de la vida solemos darlo por hecho. Pero cuando estás lejos esa importancia se te hace carne, la sentís de verdad. Y te ayuda, entre otras cosas a tomar verdadera dimensión de su valor.

Tanto es así, que me llevó a aprender lo siguiente:

Aprendí que lo único que nos ata realmente a un lugar son los afectos.

Cuando dejamos Argentina para perseguir nuestro sueño de viajar y conocer el mundo dejamos todo. Todo excepto la ropa que entraba en dos valijas a punto de explotar. Y les tengo que decir algo: no extraño nada de lo material. Ni el auto, ni la Play con el televisor (que acá no tengo), ni el estante que me llevó un mes construir, ni el departamento donde vivíamos.

De todo eso que cuesta dinero y que nos llena de preocupaciones todos los días no extraño nada. ¿Qué es lo que sí extraño, al punto de querer a veces agarrar el primer avión para volver? Los domingos en familia. Los ñoquis de mi vieja que son mejores que los de cualquier restaurante. Los asados de mi viejo y los asados interminables con mis amigos. Los picaditos de fútbol y que un par de mensajes alcanzaban para armar una juntada. En fin, las experiencias. Los afectos.

Dice Aniko Villalba en uno de sus libros, que cuando uno viaja va dejando pedacitos de su alma en cada lugar que visita. Y es así. Un pedacito de la nuestra todavía está girando alrededor de Islandia y otro no quiere irse de la costa oeste. Pero nuestro corazón nunca dejó Argentina. Cada vez que volvemos, nos reencontramos con él y cada vez que nos vamos, nos despedimos también de él.

Pero la última vez que fuimos de visita a nuestro país, un pedacito de nuestro corazón se nos coló en la valija. Y así sin quererlo lo trajimos para Alemania. Seguro que cuando volvamos definitivamente para Argentina, ese pedacito de corazón no se va a querer ir. Y se quedará del otro lado del charco para siempre.

Supongo que cada tanto vamos a tener que volver a visitarlo…

Aprendí que lo segundo que nos ata a un lugar son los miedos.

Pero esta no es una atadura real como los afectos. Esta la inventamos nosotros y vive solamente en nuestra cabeza. Como el miedo a lo desconocido, a perder la estabilidad o el miedo a salir de la comodidad de la rutina que tanto odiamos, pero nunca rompemos. El miedo a salir de la zona de confort, al que dirán, al error, al fracaso. El miedo a perder una posición social, etc.

Todo eso que muchas veces nos impide dar el primer paso y nos ata a ese trabajo, puesto, casa, ciudad o país. Todo eso, en el 90% de los casos sólo está en nuestra cabeza. Pero aprendí, con esfuerzo, que esa atadura no es real.

Aprendí que hay una pregunta muy simple pero poderosa y que siempre nos tenemos que hacer: “¿y por qué no?”

Un día como cualquiera, estábamos sentados en nuestro departamento en Buenos Aires, anhelando un cambio y mirando fotos de lugares hermosos. Como es costumbre, la frase que más salió fue: “¡qué lindo poder ir ahí!”. Hasta que uno de nosotros simplemente preguntó: “¿y por qué no vamos?”. Esa fue la semilla de nuestra aventura por Europa. Primero hay que atreverse a cuestionarse, después hay que creer y querer. Lo demás se va acomodando.

Aprendí que estamos llenos de prejuicios para bien o para mal

Y que viajar y vivir en otros lados te ayuda a ver que la gente en el fondo es parecida. Le preocupan los mismos temas y quiere las mismas cosas. Que solamente tiene costumbres distintas que no necesariamente son mejores ni peores que las propias. Que hay muchas maneras de vivir la vida.

Aprendí a valorar más a mi país y ver lo hermoso que es.

El caso normal es el siguiente: tenemos una imagen “real” del país en el que vivimos y una imagen “idealizada” del exterior. Por lo general, creemos que las cosas que hay para ver afuera son mejores. Y que lo nuestro bueno, ya saben, es lindo pero no es lo mismo. Creo que uno de los grandes responsables fue lo mal promocionado y desarrollado que estuvo históricamente el turismo en Argentina. Mientras que del exterior nos llegan constantemente fotos espectaculares y videos bien editados.

Pero cuanto más viajamos, más nos damos cuenta de los paisajes maravillosos de Argentina. Paisajes que antes quizá, no valorábamos tanto. El punto máximo fue nuestro viaje a Islandia. Más de una vez nos sorprendíamos comparando los paisajes de esta remota isla con la Patagonia o Mendoza (sí, aunque no lo crean). Vimos muchos glaciares pero ninguno nos impresionaba. Aprendimos que el Perito Moreno es inigualable.

Aprendí que el mundo es demasiado lindo como para no salir a verlo

Y por mundo me refiero a todo: tu provincia, tu país, tu continente, tu planeta. Asomar la cabeza y espiar que hay más allá del horizonte. Con tantas cosas mágicas para ver y vivir, no pudimos quedarnos quietos.

Aprendí que una vida no alcanza para verlo todo.

Y que cuanto más viajo y conozco, más me falta por descubrir.

Aprendí que estúpidos hay en todos lados, pero que es mucha más la gente buena.

Alemania se piensa como un país donde la gente es fría (prejuicios). Pero aquí hemos conocido gente maravillosa y de un corazón enorme. Que nos abrió las puertas de su casa y nos hizo parte de su familia. Es verdad, no son tan demostrativos como los latinos. Pero no son fríos de corazón. Como decía antes, simplemente son otras costumbres.

Y de la misma manera, a lo largo de nuestros viajes nos hemos encontrado con gente buena. Los tres americanos que conocimos haciendo trekking en la Selva Negra y que nos pagaron el café por ayudarles a traducir el menú (no lo quisimos aceptar pero insistieron). El chico que nos corrió en el andén para devolvernos la mochila que nos habíamos olvidado en el tren. El alemán que me regaló sus botines para jugar al fútbol sin siquiera conocerme bien. Y la lista continúa.

Aprendí que irme lejos no cura los fantasmas

Irte lejos o de viaje no va a solucionar tus problemas. Evitar nunca es solucionar.

Si en tu rutina estás estresado o ansioso. Si no estás conforme con lo que tenés o lo que sos. Irte lejos no lo soluciona. No se puede escapar viajando de lo que está en tu cabeza. Porque vayas a donde vayas tu cabeza va con vos. Desconfiá del que diga que irte de viaje va solucionarlo todo. No funciona así.

A menos que el objetivo del viaje sea tomar distancia para poder conectarte con vos mismo y así buscar una solución. Sino cuando vuelvas va a estar todo igual. O allá a donde vayas vas a volver a caer en los mismos errores, la misma rutina y los mismos problemas. Sólo que en un lugar diferente.

Aprendí que viajar es mucho más que moverse de un lugar a otro.

Es también aprender, enseñar, descubrir, descubrirse, emocionarse, extrañar, soñar. Es conocer otras culturas, atravesarlas y dejarse atravesar por ellas. Es también ser humildes, aceptar, abrir los ojos, empatizar. Es entender que no todos los viajes van a ser perfectos e ideales, y que como la vida misma tienen momentos mejores y peores. Pero siempre dejan una enseñanza.

 

Pablo

20 comentarios

  1. Flor Bassani

    Me sentí identificada! Muchas gracias por haber puesto en palabras lo que probablemente muchos sentimos. Saludos! Flor

  2. Guillermo

    Excelente relato chicos, muy de acuerdo en todo. Y que bueno que pudieron dejar la zona de confort para tener mejores vivencias y experiencias de vida. Un abrazo.

    • elmundodeados

      Hola Gullermo!

      Muchas gracias por tu comentario. Salir de la zona de confort es muy difícil, pero como vos decís te puede traer mejores experiencias de vida.

      Saludos y que estés muy bien!

  3. Pao

    Guauu, muy inspirador el post! Hace 24 hs que volví de viaje y me emociona leer tus palabras.
    Es cierto, hay mucho planeta por conocer y no hay que dejar de soñar con es posibilidad aunque cueste ahorrar para lograrlo. Tus palabras ayudan mucho a abrir la cabeza , se nota que son sinceras. Gracias

  4. Laia

    Tienen toda la razón. Me pasaría el día leyendo blogs y artículos de gente que, como vosotros, se atreve a dejarlo todo e irse a conocer el mundo. Me dan envidia, pero mi miedo a separarme de los míos por mucho tiempo es mayor a las ganas de dejarlo todo e irme a dar la vuelta al mundo. Quizás podría hacerlo unos meses, pero tanto tiempo como vosotros creo que sería difícil para mi… Sois unos valientes! Y, por favor, seguid escribiendo y dándome envidia!

    • elmundodeados

      Hola Laia! que lindas paabras, gracias!
      La verdad es que por momentos no es fácil pero no cabe dudas de que es una gran experiencia. Eso sí, para viajar no es necesario irte tanto tiempo! Cada uno viaja a su ritmo y a su manera :)

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